En verano hay que aprovechar cuando la nieve se va para hacer salidas en altura y disfrutar de entrenamientos realizando algunos tresmiles.
Ya hacía años que no subíamos al Monte Perdido (3.355), así que tocaba ir a visitarlo. Al hacerlo en un día tocó madrugar para poder subir en el primer bus a la pradera (6:00). Pensábamos que no habría mucha gente dándose el madrugón, pero suerte que llegamos a tiempo y pudimos subir (¡íbamos llenos!).
La ruta comienza en la pradera de Ordesa, de ahí hasta la cola de caballo es una ruta suave, pero ya en las clavijas de soaso notamos que esto no va a ser todo el rato “pistear”. En poco rato llegamos a Goriz, punto intermedio ideal para reponer agua, picar un poco y continuar hasta arriba, vemos que el refugio está lleno de gente que ha venido a dormir y también realizará hoy la ascensión.
Continuamos un poco más hasta el lago helado, allí ya vemos claramente nuestro objetivo y la última dificultad, la escupidera. Sin nieve no tiene ninguna dificultad, tan solo el fuerte desnivel que junto con el cansancio acumulado hará que nos cueste un poco más, pero esto nos servirá para poder disfrutar de las vistas en la cima. Arriba las vistas son espectaculares, Soum de Ramond al lado, Cañon de Añisclo, el valle de Ordesa por donde hemos venido, Taillón, Casco, Cilindro…
Tras disfrutar un poco de la cima, decidimos ir bajando, siguiente parada Goriz y ya hasta la pradera.
Al final llegamos a Torla con hambre, así que un plato combinado es el menú ideal para recuperarse de este día. Mientras lo tomamos contamos como hemos disfrutado del día y ya vamos pensando las siguientes excursiones.