El Club Litera de Montaña de Binéfar, celebró el solsticio de invierno ascendiendo a la Pala de Montinier de 2.593 metros. Los montañeros de Binéfar iniciaron la ascensión en el embalse de Pineta, a cinco grados bajo cero con el cielo despejado y sin viento, poniendo la máxima atención al pisar las losas heladas de la presa que remansa las aguas del Cinca, formando un oscuro lago que refleja la imponente imagen de la Pala Montinier. Tras alcanzar el bosque, una bonita senda nos eleva entre la exuberante vegetación propia de la cara norte de la montaña, hasta alcanzar una ancha pista por la que continuamos un corto tramo hasta encontrar uno hitos que señalan una nueva senda con dirección a nuestro objetivo. Tras un rato de duro ascenso, nuestra senda se termina y nos obliga a descender para buscar nuevamente el camino, que encontramos bastantes metros más abajo, a veces la montaña te gasta estas bromas. De nuevo siguiendo los hitos continuamos ascendiendo entre el verde follaje, hasta alcanzar la cabaña de Montinier, un refugio de pastores situado en un bucólico prado tapizado de nieve y flanqueado por impresionantes paredones. Un pequeño descanso para coger fuerzas, y continuamos hacia el puerto de Tella, que ya vemos al final de una empinada ladera. Se nota que ha hecho viento estos días atrás, y ha amontonado la nieve en algunos ventisqueros, dejando la senda bastante limpia por lo que el esfuerzo es menor para abrir huella. Alcanzado el puerto nos pasamos a la cara sur donde el sol ya calienta y no queda casi nieve, desde aquí la vista se extiende a las dos vertientes y se divisan gran cantidad de picos y todo el camino del rio Cinca hasta los pantanos de Mediano y El Grado. Por terreno más cómodo recorremos la collada en busca de la pirámide cimera, con la compañía de buitres y quebrantahuesos que aprovechando la ausencia de viento planean suavemente sobre el grupo. Al alcanzar la falda del pico, una áspera y empinada ladera de terreno descompuesto nos obliga a hacer el máximo esfuerzo para seguir ascendiendo en busca de la cresta que conduce a la cima. Ahora el desnivel es menor, pero el profundo precipicio junto al que caminamos impresiona a la vez que intimida, y tenemos que mantener todos nuestros sentidos alerta para no caer al vacío. Solo unos pocos consiguen llegar a la cima, los demás saludamos al sol que agota las horas de su día más corto y sabiendo que nos queda un delicado y largo descenso, decidimos empezar a bajar, cansados y muy satisfechos de haber disfrutado de una bella y dura montaña.