Este pasado fin de semana, un grupo de catorce montañeros del club Litera de Binéfar se juntaron en el aparcamiento del balneario de Panticosa para ascender a los Picos del Infierno. Tras la cena bajo las estrellas, los montañeros marcharon pronto a descansar porque al día siguiente tocaba madrugar. Aún estaba el cielo cuajado de estrellas cuando el grupo de Binéfar apretaba sus botas y cerraba las mochilas para empezar a caminar por detrás del refugio Casa de Piedra. Con la luz de sus linternas, los montañeros del club Litera forman una serpiente luminosa que asciende por la senda que remonta el barranco del Bozuelo. Las primeras luces de la mañana muestran a los caminantes el magnífico espectáculo de las cascadas repletas de agua estrellándose en pozas cristalinas. La gran cantidad de nieve que aún queda en la parte alta de la montaña hace que los barrancos bajen como si aún estuviéramos en el deshielo de la primavera. El empinado camino se ha convertido ahora en una senda, que atraviesa verdes prados repletos de flores y ofrece un pequeño descanso antes de atacar la pronunciada Cuesta del Fraile, junto a la que se despeñan las aguas de los ibones de Bachimaña en un salto de más de cien metros. Por encima de los ibones la piedra sustituye a la vegetación y hace más incómodo el avance, pero la senda ofrece a los montañeros unas magníficas vistas sobre el lago. Tras un breve descenso vadeamos el torrente que baja de los ibones azules, y nuevamente comenzamos a ascender por una senda que en algunos tramos se pierde entre grandes piedras y deja abajo el ibón inferior para llevarnos junto al superior. Ahora la nieve cubre buena parte de las laderas, que se reflejan en las oscuras aguas del azul superior. Frente a nosotros la cresta cimera de los Infiernos aparece como una fina línea que corona la espectacular marmolera, a su derecha una canal repleta de nieve y con gran desnivel nos separa del collado de Tebarray. Nos calzamos los crampones y con el piolet en la mano continuamos hacia el ansiado collado donde hacemos un pequeño descanso y nos quitamos las herramientas de la nieve, pues por delante tenemos otra ingrata pedrera que nos llevara hasta la cresta. Continuamos por la cara oeste donde una estrecha senda surca la pared, la trepada es fácil pero el vacío que se abre bajo nosotros, nos obliga a extremar las precauciones y aplicar todos los sentidos. Cuando llegamos a la antecíma giramos hacia el este y remontamos una breve cresta que nos deja en la cima occidental de 3.073 metros de altura. Un estrecho pasillo nos separa del pico central, y a ambos lados el abismo en cuyo fondo los lagos azules al norte y los de Pondiellos al sur nos hacen sentir en la cuerda floja. Tras ganar la cima central que es la más alta, tiene 3.083 metros, aprovechamos para fotografiar el maravilloso paisaje que nos rodea: estamos en los Infiernos, pero en realidad nos sentimos en el cielo. Tras el descanso continuamos hacia la punta oriental de 3.076 metros, con un pequeño descenso y una nueva trepada culminamos toda la cresta cimera. La bajada la haremos por la cara sur, siguiendo los hitos que nos abren el camino de la vertical ladera, destrepamos con la máxima atención pues el descenso no admite fallos y el menor descuido nos precipitaría al vacio. Abajo nos espera un nuevo nevero largo e inclinado, la nieve está dura y resbaladiza y volvemos a colocarnos los crampones y empuñar el piolet que nos ayudarán a salvar este último obstáculo. Por delante piedras, muchas piedras hasta alcanzar el collado de Pondiellos y comenzar a bajar hacia las praderas que rodean el torrente de Argualas, y cerrar la ruta circular en las refrescantes aguas del lago del balneario de Panticosa.