Para el sábado 10 de agosto, festividad de San Lorenzo, la sección de escalada del Club Litera propuso realizar una vía ferrata en las proximidades de Huesca, celebrando a su manera las fiestas mayores de la capital provincial. Los diez participantes en la actividad llegaron a Vadiello sobre las 10 de la mañana y, tras pertrecharse y recibir las indicaciones del coordinador, remontaron durante unos minutos el barranco de Isarre hasta encontrar el inicio de la vía ferrata de la canal del Palomo o canal d’o Ciego. En realidad se trata de un barranco que fue equipado con clavijas para poderse realizar tanto en sentido ascendente como descendente. Como tiene mucha historia vamos a contarla un poquito resumida: Este lugar ha sido frecuentado desde siempre por cazadores y gentes del lugar y en 1954, cuando nadie sabía lo que era el barranquismo o las ferratas, varios montañeros oscenses realizaron su primer descenso deportivo (el primero de Guara) y lo equiparon con clavijas. Durante muchos años fue un itinerario bastante popular, pero muy peligroso. Hace unos años Prames reequipó la canal, añadiendo clavijas en los pasos comprometidos y dotando a todo el recorrido de cable de vida, incluido el itinerario de regreso. Un aspecto importante es que las pozas de agua son el hogar del tritón pirenaico y está prohibido pisarlas, para ello las clavijas facilitan la labor. Hay que destacar que los primeros 30 metros carecen actualmente de cable de vida, presumiblemente para disuadir a las personas menos experimentadas. Teniendo en cuenta todo esto, los ferrateros literanos no se amilanaron y con decisión escalaron los primeros metros de acceso hasta hallar el cable de vida e introducirse en la canal propiamente dicha. El recorrido es vertical y se trata de una sucesión de pozas y chimeneas en las que el agua ha excavado curiosas formas en el conglomerado y que salvan los 100 metros de desnivel hasta el circo de Ligüerri. El lugar es estrecho y las clavijas se encuentran dispuestas en ambas pareces indistintamente. Hay un pequeño desplome y algún paso atlético que no suponen para ellos mayor dificultad pero a los que hay que tener respeto. Tras una hora y poco de ascenso, pudieron observar la belleza del circo de Ligüerri, embudo que recoge la escasa agua de lluvia que durante milenios ha ido excavando la canal que acaban de ascender. El regreso es un poquito expuesto, pero está equipado con cable de vida y hay que destrepar por clavijas en un par de ocasiones para, tras dos horas y media en total, alcanzar de nuevo el punto de partida habiendo visitado una la ferratas más antiguas y singulares de Aragón.