Una vez más el tiempo se convirtió en el protagonista de la jornada montañera que el club Litera de Binéfar había preparado para el domingo, 19 de mayo. En todas las informaciones meteorológicas consultadas, se anunciaba un fin de semana invernal con muchas precipitaciones, que serían de nieve a partir de 1300 metros. Con esta previsión, la ascensión al pico del Ibonet programada en la carta de actividades del club Litera, parecía poco menos que imposible de realizar, pero esto no desanimó a los organizadores de la actividad, que mantuvieron la convocatoria para las seis de la mañana del domingo. Una pequeña ventana de “ buen tiempo “ , ofrecía la posibilidad de realizar alguna actividad montañera, aunque fuera de menor entidad que la inicialmente prevista. Salimos de Binéfar con el cielo totalmente despejado, y desde la carretera camino de Aínsa ya podíamos ver las densas nubes que se apretaban sobre las cimas más altas, mientras los picos situados más al sur comenzaban a recibir los primeros rayos de sol sobre sus cumbres nevadas. Decidimos marchar hacia Castillo Mayor y ponemos rumbo a Puértolas, espectacular balcón sobre el valle del cinca y con una vista privilegiada de la Peña Montañesa. Aparcamos donde la carretera se bifurca para ir a Escuaín o a Bestué, y tomamos la senda que con suavidad comienza a ascender hacia Castillo Mayor. Al principio la senda es amplia y cómoda hasta que se interna en un bosque de pinos y densos matorrales de boj, que extienden sus ramas repletas de gotas de lluvia, y nos obsequian con unas duchas muy poco gratificantes. Cuando por fin abandonamos el bosque, aparece la nieve cubriendo toda la ladera de la montaña, mientras ovejas y sarrios se afanan buscando los brotes más tiernos. El ataque a la cima lo hacemos por el lado oeste de la cresta, que con menor desnivel nos acerca al abismo de Escuaín, y se prolonga desafiando al vértigo hacia el punto geodésico que marca la máxima cota del Castillo Mayor. Frente a nosotros las tres Sorores y las Marías juegan al escondite con las nubes, y de vez en cuando se asoman coquetas y hermosas bajo su inmenso manto blanco. No podemos perder mucho tiempo en la cima, y emprendemos el descenso por el lado este de la cresta. El temido lapiaz semioculto por la nieve, se convierte en una peligrosa trampa para nuestras piernas . Con la máxima precaución realizamos el tortuoso descenso, hasta que llegamos a la pradera y respiramos aliviados. Ahora el camino es sencillo y evidente y seguimos bajando a buen ritmo cuando unos finos copos de nieve comienzan a caer sobre nosotros.