La sección de montañismo del club Litera de Binéfar tenía una cita con la cumbre del pico Sacroux el primer domingo de febrero, pero el fuerte temporal anunciado para el sábado, les obligó a buscar una ruta más segura. El pico de Toronzué en el valle de Broto era una buena alternativa si el fuerte viento amainaba un poco, y hacia allí marcharon los siete valientes que no tuvieron miedo al frío anunciado. Al salir de Broto la nieve arrastrada por el viento, formaba ventisqueros en la carretera que hacían patinar peligrosamente a los coches y en las cumbres enormes remolinos blancos llevaban la nieve de un lado a otro. Estaba claro que había que buscar una nueva alternativa y tras aparcar en una calle de Broto, el estrépito de la imponente cascada del Sorrosal actuó como un imán, que atrajo a los montañeros hasta el lugar en que la enorme columna de agua, se estrellaba contra el lecho del Sorrosal, rociando con miles de lágrimas de hielo todo el lugar. Desde allí partieron los montañeros de Binéfar por la senda que asciende entre un bucólico bosque de boj y pinos, hacia los caseríos de Fragén. Cuando llegaron a las Planas, el bosque se transformó en praderas que eran azotadas con violencia, por repentinas nubes de ventisca que arrancaban la nieve de los prados del norte, para formar grandes dunas en las zonas más resguardas, mientras el sol desde el sur trataba de abrigar a los ateridos montañeros. A la entrada de Fragén el agua corre alegre desde la fuente por el abrevadero, e invita a los montañeros a cruzar las calles heladas hasta la senda que continua trepando hacia Viu. Ahora pegados a la cara sur de la montaña, el sol gana la partida al viento y hace sudar al grupo hasta que al llegar a Viu el valle se abre nuevamente y el aire despliega su danza trepidante por la pradera. A lo lejos ya se ven los tejados de Linás de Broto, pero la nieve acumulada esconde la marcas de la senda y los de la Litera acaban junto al cauce del río Sorrosal embravecido por el deshielo. Buscan en vano un sitio para vadearlo y al final tienen que remontar una espesa ladera de boj para aparecer junto a la capilla de san Antonio. Desde aquí y paralela a la carretera nace una senda que nuevamente baja al río, pero muere a los pies de un puente destruido y no les queda otro remedio a los esforzados caminantes, que volver sobre sus pasos hasta la carretera. Ahora el camino es seguro y sin más contratiempos alcanzan las primeras casas de Linás barridas por la fuerte ventisca que baja desde la altiva cumbre de Otal.